En la serie RGB, el azul aparece como la frecuencia más etérea del espectro visible, activando los conos S —sensibles a longitudes de onda cortas entre 420 y 440 nm—.
Esta luz, casi evanescente, es captada por un número reducido de receptores, lo que la convierte en una percepción sutil, casi espiritual. El azul ha sido históricamente símbolo de profundidad, contemplación y trascendencia. En estas piezas, el color no impacta, envuelve; no estimula, disuelve.
El ojo se abre a lo intangible, y la imagen se convierte en atmósfera. Ver azul es perderse en la distancia, es habitar el silencio visual de lo infinito.
