UNO (1 esfera) – Génesis vibracional
Esta pieza, centrada en una sola esfera, representa el núcleo primordial: la semilla de la vida. En su aparente simplicidad, habita la totalidad. Desde este centro nace todo movimiento, toda forma. Vibrando desde adentro hacia afuera, este origen cromático y energético se expande como lo hacen las células en su primer acto de división o las ondas que surgen tras el primer soplo creador. La esfera pulsa, no por lo que contiene, sino por lo que anuncia: el inicio de una secuencia invisible, un ritmo cósmico que da paso a la multiplicación y a la complejidad de lo vivo.
TRES (3 esferas) – La danza subatómica
Tres esferas vibran en un equilibrio dinámico que remite a la estructura fundamental del átomo: protón, electrón y neutrón. Esta triada no solo sostiene la materia, la anima. Cada esfera representa una fuerza: positiva, negativa y neutra, girando en una coreografía constante que evoca la creación misma. Esta obra no representa un instante estático, sino un pulso permanente, donde la vibración de lo mínimo revela la arquitectura energética de lo que somos. Verla es contemplar la danza que sostiene la realidad.
CINCO (5 esferas) – El patrón vital
La configuración de cinco esferas remite al pentágono, figura esencial en la naturaleza: de la flor al fruto, del cuerpo humano a la estrella. El cinco es número de lo orgánico, del equilibrio en movimiento. En esta obra, las esferas vibran con una lógica viva, desplegando un ritmo que no se impone, sino que se reconoce: la proporción áurea, el crecimiento espiral, la resonancia del todo. Cada punto establece una relación con los otros que no es jerárquica, sino armónica. Aquí, la vida no se representa, se ordena.


